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Los sin lengua
Les vemos pasar, por la mañana de madrugada. Van a buscar en la basura del restaurante deli de la estación de autobuses –Si te apetece un sándwich smoked meat, es aquí dónde puedes encontrar el mejor – Son cuatro: tres hombres y una mujer- Roger, Omer, Gaétan y Denise. Son del pueblo Abenaki, forman parte de las ocho naciones de la familia de los Algonquinos que vivían originariamente en un territorio que cubre el bosque boreal del Oeste al Este, de la bahía James a la punta de Gaspé. Desde la llegada de los Blancos, los abenakis están agrupados en la ribera sur de Saint-Laurent, entre Québec y Montreal, a la altura de Trois-Rívières (Tres Ríos), en los valles de Bois-Francs. La nación abenaki, reunida bajo su nombre de origen Wabanaki que significa “país del sol naciente”, cuenta hoy en día con 1965 miembros. Algunos ancianos siguen hablando la lengua abenaki , aunque la mayoría de ellos ya sólo habla francés.
Roger, Omer, Gaétan y Denise son mudos.
Aunque como todos los oriundos de Québec, después de tragar una cuantas cervezas, blasfeman[1] alegremente en la lengua de Flaubert, y a veces incluso cantan aires tradicionales y ejecutan unos pasos de baile …
Aunque, la mayor parte del tiempo, Roger, Gaétan y Denise no se acuerdan de nada.
A los cuatro años, se olvidaron de la lengua materna. Ocurrió en la escuela bajo la amenaza de un bastón severo de un maestro intransigente. A los seis años, olvidaron a sus padres, su pueblo, su comunidad en un internado administrado por los curas. El colegio estaba muy lejos de Trois-Rivières para que puedan volver a casa durante las vacaciones escolares. Los años han pasado. Han sido maltratados. Han terminado por fugarse. Se han perdido. Han olvidado el francés.
Años más tarde al regresar a Bois-Francs, Roger, Omer, Gaétan y Denise descubrieron que sus padres habían fallecido, que sus hermanos y hermanas estaban diseminados. La comunidad se parecía a un sórdido campamento, insalubre y aislado. Los perros sarnosos erraban entre las cabañas sesgadas. El primo Tom, apenas con treinta años de edad, tenía el aspecto de un anciano, se pasa el día fumando crack delante de una pantalla de televisión. Su cuerpo sacudido por espasmos, sentado en frente de la imagen de la televisión interrumpida de vez en cuando por interferencias. ¿A dónde se ha ido todo el mundo? Se preguntaban extrañados Roger, Omer, Gaétan y Denise. Al Centro del país, les explica Tom. Al parque de atracciones/ en albergues rurales/ Galería de arte/ Tienda de souvenir para turistas/ Descenso en canoas/ Rituales ancestrales en audiovisión… donde se encuentra trabajo para ellos –con trajes tradicionales made en China y tótems[2] proporcionados por el gobierno.
Roger, Omer, Gaétan y Denise no quisieron volver a vivir con su clan.
Emprendieron el camino en el otro sentido, un largo errar.
Hoy, podemos verles pasar, por la mañana, al alba, cerca de las estaciones de autobuses. Roger, Omer, Gaétan y Denise buscan comida en la basura del restaurante delicatessens. Buscan, buscan, y buscan. Han olvidado, incluso, donde han nacido.
Félicie Dubois
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[1] En el texto en francés viene la palabra “ils sacrent” utilizada en Quebec, sacrer signifca jurar o blasfemar que hemos elegido en la versión en español y les sacrements son juramentos inspirados del vocabulario de la liturgia católica: Tabarnak! (Tabernáculo) Câlisse! (Cáliz) Crisse! (Cristo) Ostie! (Ostia ) Calvaire! (Calvario) Etc.
[2] Tótem es una palabra algonquina. La lengua francesa tiene varios: Manitou («gran espíritu»), mocassin (mocasines), pécan («nueces»), toboggan («tobogán»). Además de algunas palabras esquimales como anorak y parka